Yoga: Camino a la iluminación

En vista de que hoy es Sol galáctico amarillo, escribiré sobre Yoga y la iluminación, así como para invitarlos a tomar clases conmigo a todos aquellos que viven entre Xalapa y Coatepec, y a practicarlo a todos, independientemente de donde se encuentren.
Yoga significa "unión". La unión del alma individual (jivatma) con el alma universal (paramatma); la unión de cuerpo, mente y espíritu en un punto central de poder: el momento presente. La unión de todas nuestras cualidades mentales y emocionales para lograr un propósito: la iluminación.
Unión en general. Para experimentar la unidad venimos a la tercera dimensión, para conocerla y recordarla a través de la ilusión de la separación. Por eso vivimos en un cuerpo físico aparentemente separado del resto de los otros cuerpos y de todo lo que parece ser el "afuera". Partiendo de esta idea, Jivatma está separado de Paramatma. En esencia esto no es real, en nuestro universo no puede ser posible pues todo está interconectado, pero es la premisa de la que parte la filosofía del Yoga para que el alma individual se re-una con el alma universal. Todo esfuerzo en Yoga entonces, nos llevará a ese acercamiento y recordatorio de que somos parte de la unidad total.
Para prácticar Yoga se requiere disposición física, atención mental y apertura al espíritu. Si no sucede alguna de estas tres partes entonces no estamos haciendo Yoga. Estar en una postura (ásana) implica acomodar el cuerpo de tal manera que la mente pueda estar alerta y vigilante de la respiración, el punto de mirada, el trabajo físico, los candados energéticos, etc. Ofrecer una práctica y hacerla con una intención es darle entrada a la parte espiritual, a que nuestro jivatma exprese en su lenguaje sutil, cuáles son sus necesidades.
El llevar una constante práctica de Yoga nos lleva indudablemente a querer saber más. Es en este punto donde ponemos nuestra mente intelectual junto con un anhelo del alma para dedicarnos a aprender y conocer. No es necesario que toda persona que practica Yoga llegue a este punto, sin embargo, cuando el Yoga ha llegado a tocar las fibras más profundas de nuestro Ser, ya nada será igual. Requerimos de conocer y experimentar, pues hemos probado el néctar de la conciencia en chispazos de luz, ya sea dentro de una postura o yendo de una a otra, o en la relajación final, o a lo largo del día, cuando estamos ya fuera del tapete. La conciencia se expande de tal manera que reconoce este camino del Yoga que estamos practicando y, si es el que debemos seguir, nos lo hará saber a como dé lugar. Entonces sucede esta unión, la unión con la parte más interior, el Ser verdadero, el cual, nos hace ver a momentos, que es (que somos) pura luz.
Un maestro lo describió muy bien: El Ser iluminado que YA eres.
Ahí nos lleva el Yoga, a reconocernos como la luz que ya somos. En realidad no buscamos estar iluminados, buscamos ser libres de las ataduras que nos impiden sentir esa luminosidad. La práctica de Yoga busca, de manera muy estricta, la iluminación en la encarnación presente. Si sucede, bienvenida sea, y si no, nos habremos ahorrado un considerable número de reencarnaciones futuras.
El camino a la iluminación es estricto, profundo y de mucha disciplina, pero ya estando en él, no hay éxtasis comparable, la realidad (o el sueño...) que vivimos se convierte en la más hermosa y conciente experiencia y todo comienza a cobrar sentido, sabemos de algún modo que todo está en su lugar y podemos reposar en nuestra propia luminosidad.
Yoga: unión. La perfecta unidad y el recordatorio sublime de que YA somos luz, de que una chispa divina reside dentro de nosotros, de que el Universo nos tiene reservada pura benevolencia.
Vale la pena practicarlo, sólo así sabremos si es o no nuestro camino.
El mío, sea!
Namaste (Mi luz interior se inclina ante tu luz interior)
In Laak'ech (Soy otro tú)
Monique ॐ